miércoles, febrero 25, 2009

La Puesta en Marcha de la Oficina Santa Laura

Lo bueno y dinámico de la historia es que siempre tiene algo nuevo que contarnos, siempre hay algo que descubrir y retrotraer, para reaprenderla y re-aprehenderla. Dentro de toda la vejez, que algunos pueden llegar a imaginar como estático, hay una dinámica que la entregan investigadores y fuentes o testimonios que, siempre podrán hallar una nueva información, a un impensado antecedente, a veces allí tan próximo, tan cercano, llamando desde el pasado a darnos una nueva voz, un giro en la forma de enfocar algún acontecimiento ó, como en este caso, variando la cronología del que es todo un símbolo del desierto de Tarapacá y de la fase salitrera. Se trata, ni más ni menos, que del Monumento Nacional declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, la ex oficina “Santa Laura”.


Su fechación originaria, que señala corresponde a 1872, es correcta. Así nos lo ratifica Guillermo Billinghurst en su obra “Los Capitales Salitreros de Tarapacá” publicado en 1899, indicando el nombre de su propietario, quien, como veremos, es también su constructor: el limeño Abraham Guillermo Wendell Tizón, estando facultado para producir anualmente 300 mil quintales españoles de salitre (casi 14 mil Ton.) y localizándose a los 21º 12´44´ S y 69º 48´ 44´´W. Simultáneamente surgía la ex oficina “La Palma”, de la “Peruvian Nitrate Co.”, que más tarde dará paso a “Santiago Humberstone”.


Entre 1887 y 1890, último año en que Francisco Risopatrón publica su Diccionario Geográfico de las Provincias de Tacna y Tarapacá, nos informa que “Santa Laura”, del Cantón de la Peña (el cual luego es conocido como de Pozo Almonte y, de Nebraska), con sus 100 estacas había sido tasada por el Gobierno del Perú en 78 mil soles, y vendida a éste por el síndico del concurso (Guillermo) Wendell, recibiendo en pago 7 certificados serie A, y 8 serie B, pasando a pertenecer al Estado de Chile, por cancelación de los certificados salitreros. Explicaría su relativo bajo valor el hecho que desde 1876 se le había declarado “en para y despueble” por el fisco peruano.


Revisemos, entre tanto, a la oficina homónima que se ubicó en el antiguo Cantón de Yungay, sector de La Noria. Esta “Santa Laura”, conocida como “de Barra”, ya que fue construida por la firma Barra y Riesco, funcionó sólo durante la fase peruana y no llegó a emitir fichas (se registra un Real Peruano y se señala su ubicación aproximada en los 21º 20´ S y 69º 55´W en la obra de Ismael Espinosa). Esta contaba con 35 estacas, tasadas por el gobierno peruano en 195 mil soles, siendo traspasada por Barra y Riesco a ese gobierno y, luego, del conflicto, pasa a ser propiedad del Estado chileno, no habiendo antecedentes que hubiese operado en esta fase.


La oficina “Santa Laura” , construida por Wendell es entonces del cantón de La Peña ó Pozo Almonte, grupo Nebraska y, durante su breve historia como “Oficina de Máquina”, esto es desde sus orígenes hasta 1918, en que comenzará su construcción como oficina que opera con el sistema Shanks, sufrirá una serie de vicisitudes, entre las cuales se puede mencionar el paso a propiedad del Estado chileno en 1887, para luego ser adjudicada en 1897 a la compañía Fölsch & Martin. Como referencia de este período se advierte que el fotógrafo Luis Boudat, que fotografía las oficinas desde Iquique hasta Agua Santa, capta y publica en 1899 en su conocido álbum a “La Palma” y no a “Santa Laura”, por lo cual de puede inferir que ésta se halla entonces paralizada. En la obra “Iquique” (1905) de Juan de Dios Ugarte Yávar no se incluye entre las oficinas que aportaron en 1904 a la producción de Tarapacá. En las Guías Industriales y Comerciales de Domingo Silva Narro surgen más antecedentes, como por ejemplo, en las ediciones de 1907, 1909 y 1913 no aparezca como oficina en funciones. Sí se le referencia en la Guía de 1919, donde se señala que está “En construcción”, extendiéndose y agregando que su ingeniero constructor es W. J. Clayton, quien empezó las obras en enero de 1918 y se estima que estaría funcionando “en enero de este año” (1919). En seguida da cuenta de su plana mayor, comenzando por su administrador, don E. Farfán.


Por lo anterior, tenemos que la ex oficina que hoy es Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad, fue levantada bajo la dirección del constructor William J. Clayton entre enero de 1918 y 1920, año en que entra en operaciones, para la “London Nitrate Co. Ltd”. Es el mismo Domingo Silva Narro quien nos entrega las claves faltantes para determinar la proveniencia y cómo se realiza el transporte de esta oficina, que corresponde a una planta de elaboración de Taltal, en la actual Región de Antofagasta, perteneciente a la “Lilita Nitrate Co.”, y que se llamaba, precisamente, Oficina “Lilita”, paralizada desde 1914, por lo cual no se trata de la muy próxima Oficina “Ghisela”, que suele ser considerada la “máquina” que llega a constituir “Santa Laura”.


Revisemos los aspectos de la mayor relevancia e interés que nos informa Silva Narro en su Guía del año 1919: Sobre William J. Clayton, nació en Valparaiso en 1877, donde residió hasta terminar sus estudios y trasladarse hasta el puerto de Pisagua, donde ya se hallaba su familia. Sus primeros contactos con la industria salitrera comenzaron en 1894, en Iquique, donde ingresa a la alta planta de “Blair & Co”. Desde 1900 administra diferentes oficinas, como “Santa Catalina”, “Jaz-Pampa”, “Paccha” y “Trinidad”, hasta que en 1908 se traslada al cantón de Aguas Blancas en Antofagasta. En 1909-1910 se desplaza a la pampa de Taltal donde estudia dos oficinas de dos compañías inglesas, propietarias de la “Lilita” y la “Ghisela”, en su primer encuentro con estas plantas industriales, siendo administrador de la última. En 1912, de vueltas en Tarapacá, se inicia como levantador de oficinas salitreras, al ser socio, constructor y administrador de la “Mercedes”. Entre 1915 y 1916 construyó la oficina “Slavia” en Negreiros. Ya entre 1923 y 1925 construirá la emblemática oficina “Chacabuco” en Antofagasta.


Continúa Silva Narro y, sobre “Santa Laura”, señala que W. J. Clayton se está terminando, en ese año 1919, la construcción de esta planta industrial para “The Nitrate London Co. Ltd”, para lo cual debió transportar desde Taltal, a través del Ferrocarril Longitudinal, la maquinaria de la oficina “Lilita”, en un trayecto de 700 Km., que comenzó en la estación “Santa Catalina” de Taltal hasta la de “Pintados” en Tarapacá, para luego trasbordarla al Ferrocarril Salitrero y concluir su viaje, en donde todavía permanece anclada esta ex oficina, símbolo de todo un desierto y de un pasado de grandeza y de tantos recuerdos sustentados sobre vivencias cotidianas. Y atención que se refiere a “la maquinaria” y no a “la Máquina”, por lo cual comprendería todas las instalaciones industriales, al menos. Tras este último agregado personal, retorno a Silva Narro, quien señala que, tanto en la maquinaria, como las instalaciones anexas, W. J. Clayton ha consultado las más modernas innovaciones para la elaboración y abaratamiento de la producción. Se suma la investigación de José Antonio González, historiador antofagastino, quien, por fuentes como el “Abecé”, periódico de Antofagasta, que en 1923 resalta como gran constructor de oficinas a Clayton y, además, como un empresario que se preocupó del bienestar social de los trabajadores, con nuevas concepciones para viviendas e instalaciones complementarias.

Concluyo aquí, con estos antecedentes que pueden ser más enriquecidos, dando cuenta de la puesta en marcha de ésta, nuestra “Santa Laura”, que cada día es de más personas, generaciones tras generaciones y ampliando cada día sus horizontes de mano de la restauración o reconstrucción por parte de la Corporación Museo del Salitre.


Mi especial agradecimiento a mi amigo, Guillermo Burgos Cuthbert, por haber alumbrado y provisto tan valiosos insumos para re-construir este importantísimo fragmento de la historia tarapaqueña y, hoy, de la Humanidad.


Juan Vásquez Trigo

Historiador

viernes, diciembre 07, 2007

SANTA MARíA DE IQUIQUE, Solsticio de Vida y Muerte en el Desierto


Por qué “Solsticio”. Quizá pueda aparecer como rebuscado para alguno, o desconocido para otros, o un eco de la tendencia de complejizar los títulos, para encrucijarlas en la reverberación literaria y llamar la atención de eventuales y cada vez más exigentes lectores. 

Y aquí en realidad se trata de una reverberación y se trata de una figura literaria llena de sentidos, porque este cénit no se restringe a aquel momento en que el Sol está sobre el Trópico de Capricornio, sino que fue en un día de solsticio cuando ocurrió esta matanza que conmemoramos y que requiere de tantas miradas, encuentros y desencuentros, a más de un siglo después. Y el Solsticio es cambio de estación: se acaba la primavera y comienza el verano. Y aquí, sin duda alguna, tuvo fin una primavera de sueños, esperanzas e ilusiones, hasta derribarlas resecas por el Sol más implacable. También es el fin de vidas, de aquellas que caen inertes, de los mutilados y de los heridos en el alma. Mas también es comienzo de vida, porque de pronto se tornaron inmortales, y en su globalidad, más allá del rol de los dirigentes, todos aquellos que estuvieron y/o cayeron en esa plaza-escuela-circo, desde el sureño, al del Norte Chico, al veterano del 79, al peruano y el boliviano y el argentino, el ayamara y el quechua, trascienden los tiempos, para iniciar la flama una y otra vez en San Lorenzo, expandirse por Alto San Antonio, llegar al más alejado cantón y re-iniciar una y otra vez la marcha por el zigzagueante camino hasta el Puerto Grande.

Que fue matanza, lo fue. No importa si fueron 140 como consignaba en su parte oficial el General Renard, y no es necesario que hayan sido 3600, como muchos creen al interpretar la metáfora literaria de Luis Advis en la cantata. Lo que importa es que fueron centenas de vidas cercenadas y miles de almas destrozadas, porque aquella instancia que generamos socialmente como superestructura para entregarnos y conducirnos al bien común, el Estado, fue incapaz de calmar las presiones de los industriales y procedió a ordenar hacer fuego sobre una apretujada multitud, que mantenía ¿hasta entonces? una acérrima fe, casi dogmática y sin mucho basamento, que ese Gobierno-Estado sería capaz de entenderles, de apoyarles, de creerles, de resistir las presiones de los saliteros, de abstenerse e inhibir los intereses comprometidos, las dádivas entregadas y los favores recibidos.

Y, con estas afirmaciones entro llanamente a una desestigmatización de las fuerzas militares que intervinieron en esta matanza, en un planteamiento del que Pólemas no me eximirá. Llanamente planteo que ésta fue una acción ordenada por el Estado chileno, siguiendo un patrón reiterado en Santiago, en San Gregorio, La Coruña y Pontevedra, sólo por nombrar a algunos de los principales eventos trágicos y de dureza incomprensible para muchos quienes, desde hoy, atisban la historia. El Estado de entonces no tenía otras herramientas, más que las armas, para enfrentar la cuestión social, aquella que le alteraba y le rompía los esquemas, principalmente en el norte, donde las salitreras les generaban pingues ganancias y donde, además, había tanto interés comprometido con los industriales. Tanto así que se había limitado, el Estado, a tomar palco en Tarapacá y a recolectar sus impuestos y, por favor, que nada interrumpa este potente flujo que, como constante en este país, convergía desde las regiones al centro. 

Esta fase, de la llamada Cuestión Social tiene como mayor expresión a la centenaria masacre, de la cual Renard y Ledezma son quienes aprietan el gatillo de las armas que el Estado les había entregado, para servir y proteger a la patria. La orden principal ya había sido telegrafiada por el Ministro del Interior, don Rafael Segundo Sotomayor, y por lo tanto, por el Presidente Pedro Montt al Intendente Eastman, para más tarde ser encubiertas por un senado entreverado de intereses y ambiciones y donde sólo algunos diputados resaltan con su honradez y ética en la denuncia franca, valiente.

Y, ojo, que esto no significa que quiera limpiar el nombre de quienes están dispuestos a cumplir las órdenes y a disparar contra la “turba” en las propias palabras de Silva Renard y a justificar con mentiras y ficciones lo necesario de sus hechos. Los uniformados han recibido concentradamente el fuego de la historia por todo este siglo, y las instituciones han camuflado en el olvido tan duros momentos. Y también tienen sus mártires en aquellos que se negaron a disparar y fueron fusilados, porque la Santa María es una síntesis de enseñanzas y medidas ejemplares, “para que nunca más”: para que nunca más se rebelen unos, para que nunca más se nieguen a disparar otros

Mientras, no se le ha pasado la cuenta, no se ha juzgado a ese Estado represivo del período 1891 - 1925, aquél que denominamos “Parlamentario”, sino hasta ahora, en que aparecen otras señales y se puede ver al Gobierno reinvindicando el movimiento, en su carácter socio-laboral y entregándole a los obreros del salitre, los huelguistas, los masacrados, el sitial que se merecen en nuestra Historia Oficial. Porque las políticas del Estado cambian, evolucionan, y a veces es a costa de que la “turba” demuestre toda su dignidad, enalteciéndose como los más humanos de los humanos

Nosotros les debemos las leyes socio-laborales que comenzaron a posterior, claro está que no todo es perfecto. El Estado cambia y se arma de otras herramientas, que son normativas, derechos laborales y hasta de otra cosmovisión para buscar cualificar la vida, el tan anhelado bien común. El Estado de hoy viene superando, con toda la institucionalidad, incluidas las fuerzas armadas, el trance 1973 - 1990. Y reitero, sin ser para nada un sistema perfecto. Con más razón todas estas orgánicas pueden mirar más hacia ayer y asumir un acto de Estado, para reinvindicarse, reinvindicar y poner las cosas en su sitio.

Cosas en su sitio, fácil de escribir o decir. Más fácil declarar Estado de Sitio. Pero también es necesario desestigmatizar de miradas extremas, de apasionamientos irracionales a quienes han transformado a este evento en un panfleto, en un pasquín utilitario. Es claro que los obreros no eran de izquierda ni de centro, ni derecha: eran sencillamente trabajadores en busca de justicia para ellos y sus familias. La raíz de fondo del movimiento no era ni utópico ni extravagante, ya que sólo pedían, como punto principal, que el cambio fuera a razón de 18 peniques, por algo se le denominó y denomina como la Huelga de los 18 Peniques, siendo un hecho que la economía y sistema monetario, donde la moneda dura era la Libra Esterlina, que había bajado de 18 a siete peniques, lo cual era beneficioso para los terratenientes y empresarios, quienes habían contraído deudas en pesos y, como suele ocurrir, era muy desventajoso para los más humildes.

Nada de ácratas y menos de anarcos, lo cual no exime que alguna influencia hayan ejercido algunos, o que pocos o muchos de ellos profesasen alguna forma política y admirasen o se declarasen seguidores de Ericco Maltesta. ¿Dónde se ha visto a anarcos que marchen en órden a esperar que la institucionalidad estatal -además de estar prácticamente ausente- les dé una respuesta a demandas que, sabían, los industriales no les concederían? Sus mayores actos de “rebeldía” fueron la de acudir al sepelio de los pampinos asesinados el día 20 en oficina Buenaventura por un destacamento del "Carampangue", la segunda no acatar las órdenes de trasladarse al Club de Sport. Aquel sábado era más que evidente cómo se venían las cosas. No fue ni una emboscada ni un ataque sorpresa, sino que se dispuso de todo el anfiteatro para masacrar: tropas y cuatro ametralladoras pesadas dispuestas, las Maxim del crucero Esmeralda (el cuarto navío que llevó ese nombre), las carretas alineadas para recoger los cuerpos, la fosa común lista para ser rellenada y algunos lugares más para que se perdiera la cuenta de los caídos. Precedentes, incluso inmediatos, los había. Los dirigentes sabían que serían asesinados como animales a eso de las 4 de la tarde y así se lo manifiestan cuando José Santos Morales y Luis Olea Castillo, mandatados por José Briggs, el presidente del comité de huelguistas, solicitan asilo al cónsul de Estados Unidos, Rea Hanna, en la mañana del 21, en una actitud, que en mi opinión, no era de escape, sino que, de detener la matanza la que perdería sentido con la "ausencia" de los líderes.

Ante tanta evidencia, en una población tan pequeña como la de Iquique, no se haya corrido la voz. Asumir que los dirigentes tenían tal fortaleza como para retener contra su voluntad a tanta gente, cuando estaban allí, a un paso, las tropas que todavía eran la salvación, o que los peruanos desoyeran a su cónsul para correr la misma suerte que sus hermanos chilenos, nos hablan de una decisión conciente, colectiva, en la cual se opta por el sacrificio, quizá porque ya se ha sacrificado demasiado, porque la pervida no es mejor que la permuerte y, al final de cuentas, fuese más ganancioso, fructífero, como a la larga la historia demuestra que lo fue, el permanecer allí, el esperar las ráfagas y el remate a lanza presta: honramos a quien se sacrifica por la patria y aquí tenemos a héroes anónimos, de huesos todavía sin hallar, que se inmolaron por sus derechos, por sus hijos, por sus familias, por los trabajadores. En síntesis, por la patria.

Ahora, ¿por qué se mató?: "Quizá "porque había que matar" como entona la ya citada Cantata. Ya hemos señalado que el Estado de entonces no tenía cómo enfrentar la creciente "cuestión social", también es claro que hubo intransigencia de la parte patronal, quienes fueron partidarios de medidas ejemplificadoras, para no perder su ascedencia, en sus palabras, sobre los obreros y ha he apuntado a las estrechas relaciones entre empresarios salitreros y nuestra dirigencia política, resumibles en el llamado "Escandalo de la Casa Granja", en que estaba involucrado el mismo ministro Sotomayor. El temor de los "acomodados" de Iquique, de la que ironizan algunos historiadores, también tiene sus causas: bien sabemos lo fácil que es promover una campaña de terror y, ya el sólo número, de 14 mil obreros en una ciudad de 30 mil habitantes, era un hecho que generaba conmoción. Pero si debiésemos buscar un motivo que haya tornado imperioso el cruento procedimiento, podríamos hallarlo en que ya en los cantones de Antofagasta, en El Toco y Aguas Blancas, se habían producido réplicas huelguísticas, de mejor desenlace que ésta, pero, ¿Que tal si se hubiese extendido el movimiento a todo el Norte Salitrero? Había que frenarlo a cómo diera lugar, concentrarlo y destruirlo. Y eso fue lo que ocurrió en esa sabatina tarde. El Gobierno-Estado recurrióa sus ya probados recursos para mantener su principal fuente de ingresos, la Combinación Salitrera celebró tan acertadas medidas (aunque dolorosas) y, se detuvo lo que pudo haber sido la paralización total de los obreros del salitre de Tarapacá y Antofagasta y quien sabe de cuantos gremios y sociedades de artesanos y mancomunales más en todo el país. Porque, el manejo económico y el cambio fijo a 18 peniques provocaba una problemática mayor que, en algún momento explosaría.

Cien años. Hace sólo 40 que ingresé al primer año básico de esa escuela Domingo Santa María de Iquique, la Nro. 1 de Iquique, donde los obreros nos entre-abrían la puerta de la sala de clases y nos observaban, para luego juntarla lentamente. Tanto grito, fantasma y sombras entre los juegos de niños, o quizás sólo el viento y la sugestión de las historias que mi madre contaba le habían contado y que intercambiabamos en voz baja, asustadiza complicidad y confidencia con los compañeros de curso, esperando nunca llegase el turno de “semanero”, porque eso significaba quedar solo, hasta casi caer la noche, en esa palpable densidad de fantasmas.

Hoy la matanza no debe ser motivo de temer para ninguna instancia y debe ser motivo de orgullo para todas, las que, a su forma, deben hallarse, re-encontrarse, reconciliarse frente a esa multitud humilde, esperanzada, cansada, desesperanzada, entregada. De hecho el Estado re-enfoca este episodio y es el ministro del interior actual quien asume la construcción del Mausoleo, réplica del que aparece en la foto precedente, y que espera los cuerpos para albergarlos como ántes, mejor que ántes; al mismo tiempo se decreta día de duelo nacional para la fecha y en las escuelas, liceos y universidades se habla y trata de este tema, antes intocable, el que pronto estará en el currículum de historia.

Cada cual, cada una, vivió un momento y condiciones especiales. Hay quienes han cargado las culpas y deben re-mirarlas. ¿Por qué seguir ocultando la cantidad real de masacrados y terminar para siempre con las estimaciones? Una de las preguntas que más me toca tratar de responder son los cuántos: ¿Cuántos bajaron?, ¿Cuántos murieron? ¿Cuántos había en la fosa común? ¿Cuántos cuántos? Hay instituciones que recién están asumiendo y deben re-plantear sus formas de re-encontrarse con aquellos obreros, que bajaron a buscar vida, y que en un sabatino solsticio, encontraron la muerte, pero no la muerte del olvido, sino la vida para siempre. La metralla, los lanceros, en vez de matarlos los dejaron más vivos que nunca







 

























Juan Vásquez Trigo

jueves, octubre 19, 2006

Mi libro "Arica, Puerto del Tiempo", Memoria Visual


PRESENTACIÓN
“Arica (Ariacca) Puerto del Tiempo”, es un libro presentado a la comunidad regional el 20 de diciembre de 2002. Contiene la Memoria Visual de la comarca ariqueña, desde sus primeros pobladores, hasta la década de los 60s del siglo 20. Como libro se encuentra disponible en librerías de Arica y el país. Sus características técnicas son: formato 18,5 por 25,5 Cms., portada termolaminada y lacada en Couché mate de 300 Grs., 80 páginas en sepia, con 182 imágenes (dibujos, grabados, fotografías). Fue impreso en Oñate Impresores (onateimpresores@entelchile.net).

INTRODUCCIÓN
Arica es el puerto donde recala el tiempo. Es la fuerza sorprendente de su territorio de valle y mar, confabulados con el sol, originando un proceso histórico singular que se remonta a milenios, que serpentea como río andino al son de sus primeros habitantes; que arriba y torna vida y culto junto al mar, mientras se tonifica de Tiwanako y Tahuantinsuyu.

¡Ariacca, Ariacca! El desierto se conmueve con la irrupción del español. La fortaleza del hierro y la Cruz pondrán férrea impronta sobre el territorio. El compás lo marcarán millares de recuas venidas e idas hacia Potosí. San Marcos brota entonces mineral, amalgamado en azogue de Huancavelica.

Arica se torna puerto principal, una ganzúa entre continentes y océanos. Las incipientes repúblicas disputan sus privilegios, mientras la ciudad resiste abrazos telúricos y oceánicos. Hasta que las voces del desierto son acalladas por estampidos y marchas. Es la Guerra del Pacífico, escenario de heroísmo y sacrificio, coronado en el Morro por chilenos y peruanos.
Amanecen 20 espejos entre valle y mar. El primer tercio de siglo se arremolina, entre la inquietud y la consolidación. Ya en su medianía asomarán el Puerto Libre y la Junta de Adelanto, marcando fases de esplendor y constante reminiscencia.

Este libro contiene así la Memoria Histórico-Visual de Arica, forjada en la fragua de etnias indígenas y naciones, decantando en azogue y solidificándose en barras de plata, para proyectar sus sueños en horizontes ilimitados de valles, desierto y mar, de navegar otros océanos y unir nuevos continentes, resonando por sobre el canto de las gaviotas el mensaje de eterna lealtad.

EL AUTOR
Juan Vásquez Trigo, Nació el 17 de febrero de 1961. Profesor de Estado en Historia y Geografía y Licenciado en Ciencias Sociales, realizó sus estudios en la Universidad de Tarapacá de Arica, entre los años 1980 y 1984, donde fue alumno de destacados profesores, como Luis Alvarez, Luis Briones, Percy Dauelsberg, Dánitza Fránulic, Luis Galdames, Isidora López, Nelda Monardes, Waldo Ríos, Mario Rivera, Luis Salgado (nefasto e incumplidor para con la producción de este libro), Alejandro Tapia y Sergio Villegas.

Ha desarrollado una serie de publicaciones de temas histórico-regionales, como lo son «Iquique y la Pampa, 1850-1930» (dos ediciones, 1984 y 1985), «Antofagasta Portada de la Historia» (1984), «Tarapacá, Una Aventura en el Tiempo» (dos ediciones, 1984 y 1986), «Tarapacá, Donde Caben Todos los Horizontes» (1996), «Historia de Salitre y Mar» (cuatro ediciones, 1997, 2002, 2005 y 2006, con más de 10 mil ejemplares vendidos), «Casa Lejana, Familia de Urruticoechea» (2003), «Antofagasta, Portada de Salitre, Cobre y Sol» (2005), «Pica, Flor en la Arena» (dos ediciones, enero y octubre de 2007). Fue director de Ediciones Camanchaca y de la Revista Camanchaca entre 1993 y 1994. Actualmente es profesional del Departamento de Inversiones en la División de Análisis y Control de Gestión del Gobierno Regional de Tarapacá.
Teléfono 08-5959112

SÍNTESIS HISTÓRICA DE ARICA

Prehistoria
Referencias al poblamiento de América

El poblamiento del continente americano es abordado a través de diferentes teorías, de las cuales, la más aceptada es aquella que plantea que provino desde Eurasia, a través del estrecho de Bering, entre 40 mil a 20 mil años atrás, período en que se dieron las condiciones propicias para el paso del hombre a América.

Así el poblamiento se inicia siguiendo la dirección norte–sur, en que los sitios arqueológicos referenciales en Norteamérica son Lewisville (38 mil años), Old Crow (35 mil años) y Tulespring (28 mil años). En Centroamérica la data se estima en 35 mil años en Cedral y Tlapacoya. En la mayoría de los casos de trata de paraderos y talleres líticos, donde se han encontrado utensilios de caza para la macro-fauna glacial de fines del Pleistoceno.

Siguiendo este itinerario, las diferentes oleadas de inmigrantes presionaban a quienes les habían precedido, generando un sistema de postas y relevos, con la búsqueda constante de nuevos cotos de caza y recolección, para lo cual se requerían amplios territorios, integrando nuevos y mejores elementos a un bagaje cultural que se adaptaba a los diferentes ecosistemas. Así, la Amazonía debió recibir a los primeros grupos hace unos 30 a 20 mil años.

Poblamiento del Norte de Chile
De acuerdo a las estimaciones el poblamiento del territorio norte de Chile debió comenzar hace unos 12 mil años atrás, hacia fines del período glacial, no obstante que se plantea una data de hasta 18 mil años, basada en los hallazgos de Monte Verde, en las proximidades de Puerto Montt.

A esta primera fase de la presencia humana en el territorio se le ha denominado Horizonte Paleoindio (¿12 mil? a 9 mil años), caracterizándose por la acción de bandas de cazadores-recolectores, dedicados a la obtención de grandes presas -como la paleolama, gliptodontes y milodontes, entre otros- y materias primas en general de la época. Las condiciones del altiplano y serranías, donde preferentemente actuaron estos grupos, diferían notablemente del paisaje que encontramos hoy, predominando las formaciones de praderas y parques, junto a diversas cuencas lacustres rodeadas por bosquetes.

Hace unos 10 mil años se produce un fenómeno climático planetario de aumento de temperaturas, generando una desertificación. Las especies mayores emigran o desaparecen, junto con la vegetación que las sustentaba, comenzando el predominio de especies menores y mejores adaptadas, las que se mantienen en la actualidad. El período altitermal concluye hace unos 6 mil años. Las temperaturas se regularizan y se inicia una fase de Optimo Termal, en la cual aún nos encontramos, adquiriendo los ecosistemas del territorio su fisonomía física y biológica actual.

Los grupos humanos del altiplano y las sierras se refugian en los remansos de los oasis, mientras los más se ven obligados a buscar nuevos espacios. Se estima que 9 mil años atrás, muchos de estos grupos optan por el ecosistema marino. Es así como el bagaje del cazador-recolector pleistocénico se adapta ahora a las condiciones físicas y biológicas de la costa que ofrece una amplia gama de recursos para su explotación.

El ecosistema marino, con su variedad y abundancia de recursos, puso fin a las limitaciones de desarrollo demográfico y cultural de los grupos humanos que allí se establecieron. La supervivencia dejó de ser el único motor de estos cazadores, transformados en pescadores y recolectores, deambulantes por playas y roqueríos. Se comienza a producir una sofisticación de armas y herramientas, se desarrollan nuevas y mejores técnicas y se revelan los indicios de un desenvolvimiento metafísico-espiritual en, por ejemplo, los entierros donde se siguen liturgias y procedimientos que evidencian la creencia en la vida después de la muerte.

Fue al alero del océano y en combinación con la riqueza de los valles isotermales costeros, que en el espacio de la actual provincia de Arica se inicia una Cultura que trascendería los tiempos. La presencia de todo un patrón cultural similar en distintos sitios del norte chileno y sur peruano llevarían a los expertos a referirse a ésta como “Complejo Cultural” y, por el lugar de sus primeros y más significativos hallazgos se denominaría Chinchorro, la playa del noroeste de la ciudad de Arica.

Complejo Cultural Chinchorro
Con los elementos y artefactos propios de su pasado de cazadores-recolectores, se instalan y adaptan al espacio marino los grupos Chinchorros, con una existencia de 4 milenios (desde el 7.000 A.C. al 3.000 A.C.). La reflexión y vida espiritual que alcanzaron queda manifiesta en la expresión física de la práctica de la momificación de los difuntos, particularmente de los infantes, los cuales se acompañaban de un rico ajuar mortuorio constituido por diversos elementos de su bagaje cotidiano y por momias estatuillas -en cuyo interior se han hallado huesos de fetos-.

Para la momificación complicada de los cuerpos (la forma más antigua del mundo) se procedía a reemplazar huesos por palos, a extraer las vísceras y reemplazarlas -o rellenarlas- con cenizas de huiros y otros materiales. Se les colocaba un turbante de lana o fibra animal, con una característica máscara de barro, negro o rojo según la fase, y se les envolvía en esteras. En algunos casos se llegó a desollar los cuerpos, para luego recubrirlos con la misma piel extraída.

La Transhumancia Inter-ecológica
Hace unos 7 mil años comienza a gestarse una de las dinámicas de movilidad y manejo de ecosistemas que permitirá parte importante del desarrollo cultural que caracterizó al norte chileno: se trata de las inter-relaciones entre etnias establecidas en los pisos ecológicos dados por la altura, con condiciones geográficas y producciones diferentes, susceptibles de complementarse entre sí. El manejo vertical de estos archipiélagos, permitió que tempranamente llegaran hasta las costa los productos del altiplano e incluso de la Amazonía, como la madera de chonta y plumas de aves tropicales. A su vez, desde el Pacífico, llegaban hasta las tierras interiores el guano para los cultivos y los pescados y mariscos, entre otros recursos, sumando las producciones de las áreas intermedias y circuitos inter-regionales.

Como evidencia de esta transhumancia quedaron tambos y pukaras. Los tambos , como los que se encuentran ubicados al interior de los valles de Azapa y Lluta fueron muy importantes en este aspecto. Fueron piezas claves en el desplazamiento del tráfico incaico, y durante la ocupación española continuaron en uso, aunque con un sentido diferente. Los pukaras, protegían accesos claves a caminos o fuentes de recursos económicos. En tanto que, el Camino del Inca constituiría una red vial longitudinal, con uso de las articulaciones horizontales, de la fase prehistórica más tardía.

Desarrollo Cultural en los Valles Costeros
En el actual extremo norte de Chile se presentó una interesante relación entre las quebradas y valles y la costa, aprovechando funcionalmente los recursos disponibles en estos ecosistemas, hasta generar una economía de valle y mar. Tal es el caso de los Valles de Azapa, Lluta, Camarones y Chaca, donde se producirían ejes de desarrollo intensivo, vinculando a los grupos de agricultores establecidos en éstos, con los pescadores-recolectores del litoral, enriqueciendo los unos y los otros su bagaje cultural. El resultado de esta interacción e intercambio cultural son motor de la conformación de la “Cultura Arica”, expresada particularmente en Lluta y Azapa, a lo cual se adicionan las muy relevantes e incidentes influencias llegadas desde los sectores alto-andinos a través del Tiwanako, primero, y del Tahuantinsuyu, después.

Temporalmente este período intensivo y localizado de desarrollo –denominado Formativo-, comienza a partir de unos 4 mil años atrás. A esta fase se remontan las primeras aldeas agrícolas y se gestan las cerámicas, primero rústicas y de carácter utilitario, luego de preparación más sofisticada y para fines litúrgicos, lo mismo que se generan avances en las técnicas textiles y metalúrgicas.

Cabe destacar que el territorio ariqueño ha estado condicionado en gran medida por su ubicación y características geográficas a una convergencia pluriétnica y pluricultural. Gentes de Tacna, Tarapacá e Ilo, pobladores Lupacas, Carangas, Uros, Collas y Pacajes se vinculaban por valles y sierra interactuando con Camanchacas o Changos en la costa, generando así un fenómeno de interdigitación étnica - cultural. Así al momento del contacto con el español coexistían a lo menos cuatro lenguas en la zona: aymara, puquina, uruquilla y quechua.

Influencia Tiwanako
Corresponde a la fase en que esta civilización, originaria del área que circunda al lago Titicaca, extiende su influencia al actual norte de Chile, provocando una sinergia cultural –con principal beneficiaria en las etnias locales- que, en promedio se prolonga por unos 600 años, datándose el período más intenso de influencia entre el 400 y 1000 D.C.

Entre las áreas dilectas de los asentamientos de los colonos del Tiwanaku están los valles de Azapa y Lluta, Chaca, Camarones y Chiza. De este modo, en diferentes sitios localizados en esos valles se encontraron cerámicas y textiles de influencia tiwanakota, asociados a elementos para insuflación de alucinógenos y otras formas y usos propios de esta civilización altiplánica.

Fase del Desarrollo Regional
Este período comienza cuando la influencia del Tiwanaku pierde fuerza y presencia. Está representada por sitios como San Miguel, Pocoma, Las Maytas, Gentilar y San Lorenzo, caracterizados por las técnicas ceramistas utilizadas, predominando los jarros globulares, llamados “de agua”. La económica mixta desarrollada combinaba productos del valle y la costa. Se plantea que la influencia de la Cultura Arica se extendió por el sur hasta San Pedro de Atacama y Taltal y, al norte, hasta a los valles peruanos de Mollendo, Tacna y Sama.
Entre las formas de organización social, política y económica de esta fase predominan los Señoríos, con una estructura conformada por el Curaca de “valle arriba” y el del “valle abajo”, a partir de las necesidades de los unos y los otros de vincularse para intercambiar productos de cada microclima del valle. De esta data son también algunos interesantes Pukaras, destinados a proteger puntos relevantes de acceso a las aldeas y sus centros de producción económica.

Camanchakos o Camanchangos
Camanchakos o Camanchangos fueron la etnia ocupante del litoral desde hace unos 3 mil años atrás, desarrollando formas semi sedentarias a través de la explotación alternada de playas y roqueríos costeros, en una economía sustentada principalmente por lobos marinos, de los cuales construyeron sus características balsas y mucho de sus artefactos, practicando además el trueque con los agricultores y pastores del interior. Mantienen una presencia activa hasta los primeros siglos del dominio europeo, siendo incorporados como mano de obra a las diferentes mitas y actuando como apoyo a las faenas de embarque y desembarque de productos. Son los españoles quienes les denominan "changos", en una simplificación del nombre autóctono.

Incorporación al Tahuantinsuyu
Hacia el año 1450 D.C., el territorio norte es incorporado al Tahuantinsuyu, el imperio Inca, En esta fase se introducen importantes técnicas y tecnologías, entre las cuales son características las ventanas trapezoidales y techos de doble caída de agua; importantes técnicas y tecnologías agrícolas; la confección de una Cerámica Inca Local en que los aríbalos y escudillas son las piezas emblemáticas y; el ordenamiento social en Ayllus, comunidades de parientes consanguíneos o totémicos.

La forma de expansión inca se realizó sobre la base de la superposición de estructuras, tanto políticas como religiosas, teniendo un rol importante los Mitimaes colonos especializados que seducían con sus manejos y conocimientos a las etnias locales. Entre las obligaciones y deberes que imponían, tanto el Estado como la Iglesia, se encontraban las mitas, turnos de trabajo cumplidos rigurosamente por los diferentes ayllus. El control de esta estructuralidad se efectuaba a través de los diferentes funcionarios estatales, entre los cuales el quipucamayu encargado de la contabilidad y estadísticas, era una pieza fundamental.

Para el manejo, control y establecimiento de interrelaciones al interior de tan vasto imperio, se construyeron redes viales por las cuales los chaskis comunicaron la voluntad del Inka y por las cuales llegaron a circular millares de llamas, transportando mercancías y sirviendo de eje logístico para los desplazamientos expansivos del ejército.

La línea de desarrollo de las etnias bajo la dominación inca, llega a su término con la irrupción de los españoles en el imperio. Este, pese a sus fortalezas, no fue capaz de resistir el tipo de invasión que planteó el europeo, dándose así fin también a la Prehistoria y comenzando la fase histórica.


ALBORES DE LA HISTORIA EN EL TERRITORIO

Conquista y Colonia
La ocupación hispánica de la zona de Arica comienza como prolongación natural de la Conquista del Perú. Al igual que para la parte central de Chile, la realizaron el Adelantado Diego de Almagro, y luego el Conquistador Pedro de Valdivia. No obstante que ya antes, en 1533, habría estado Calvo de Barrientos "el Desorejado" y transitaron otros expedicionarios por el sector, como Rui Díaz y sus hombres, que realiza el trayecto desde islas Chinchas hasta Arica, constituyéndose en la primera nave que recala en la bahía y sus tropas, las primeras castellanas que llegan a Tacna y Arica.

Así se fue dando el conocimiento e incorporación de la región, considerada dentro del Virreinato del Perú, a la Corona. Arica sería la punta de lanza de la ofensiva de la Conquista Española de Chile, siendo justamente después de la expedición de Almagro que españoles, vecinos de Arequipa, reconocieron estas tierras y solicitaron el otorgamiento de las primeras encomiendas de indios en la región (1538-39), desarrollándose y dirigiéndose la empresa encomendera a la explotación de yacimientos de plata en la cordillera costera, algunos lavaderos de oro en Camarones y, dedicándose otros a la producción del charquecillo.

La Encomienda de Tarapacá
La encomienda de Lucas Martínez Vegazo, concedida el 22 de enero de 1541, incluyó desde Arequipa, pasando por Tacna y la misma Arica, hasta el valle de Tarapacá. Ese mismo año Martínez Vegazo protocolizó la fundación de la entonces villa, logrando en los años siguientes incrementar, en base a la minería, su ya considerable riqueza.

Además del perfil económico, con eje en la minería que pretendió inicialmente el español, pronto se desarrollaron otros intereses, como la introducción de cultivos y ganado europeos. Entre los cultivos que alcanzarían renombre en Tarapacá y que se comenzaron a producir en el Corregimiento de Arica, se encuentra la vid. Es así como en Real Cédula de 1591, enviada al Virrey del Perú, se señalaba que la tierra entre Charcas y Atacama.... es buena para viñas. Según los antecedentes los primeros frutos de la vendimia se recogieron en Locumba y en la quebrada de Chaca.

Nace San Marcos de Arica
El temprano nacimiento de la ciudad de Arica, en 1546, se vincula con el descubrimiento de las minas de plata del Cerro Rico de Potosí, en la parte andina de Bolivia, solo un año antes. La ciudad habilitada como puerta de salida para los minerales de Alto Perú nació al amparo de este descubrimiento y durante la Colonia, por casi tres siglos sería el puerto de mayor movimiento del Pacífico, ya que la plata transportada desde Potosí, Oruro, Berenguela y Porco se embarcaba por Arica, puerto que ofrecía un tránsito más expedito y próximo. Paralelamente existía un alto requerimiento de azogue para el proceso de la plata de Potosí, el que se transportaba desde Huancavelica en la sierra peruana, vía Chinchas, hasta Arica.Además de sus vínculos vitales con Potosí Arica fue, durante los primeros años de la Conquista, el puerto de recalada obligado para ir a Chile. Esta situación se alteraría desde 1537, cuando el navegante Juan Fernández descubre la variante de evitar la que más tarde se denominaría Corriente de Humboldt, adentrándose al mar desde El Callao, para luego enfilar a Valparaíso.

Los grupos españoles comienzan a establecerse más fluidamente desde 1556, emplazando la villa al abrigo del Morro. Hacia fines del siglo ya contaba con iglesia, monasterio, edificios públicos, hospital y botica, algunas casas-habitaciones y el cementerio, obteniéndose el agua de un pozo. En el censo de 1614 en la villa se contaron 1.784 habitantes, de los cuales 416 eran españoles, 1.300 eran negros y 46 eran mestizos.

Presencia Negra en Arica
Cabe destacar que en 1614 la población negra, el 73% de los habitantes, era proporcionalmente la más alta de todo el virreinato y seguiría aumentando en los años siguientes. Muchos de ellos, negros horros (libres) y mulatos, llegaron a enriquecer, alcanzando una buena posición económica-social. Fue así como a comienzos del siglo 17 hubo cuerpos militares como las compañías de mulatos libres y de morenos libres, que participarían en la defensa de los ataques piratas a Arica. Hacia esa misma época y contexto legendario se habría producido la elección de 2 negros libres como alcaldes de la ciudad, asignándose tal medida precursora al corregidor Francisco Zapata Vizuete. Ajena a la mentalidad etnocentrista de la época, sobrevinieron los reclamos al Virrey, quien con fecha 22 de mayo de 1620 revoca con firmeza el nombramiento.

Potosí y la Plata
Potosí, representado en el Escudo de Armas de Arica, fue uno de los minerales de plata más rico y productivo encontrado. Alimentó las arcas reales de España durante siglos, llegando a producir fortunas incalculables, sustentadas sobre el trabajo sacrificado de los peones, en su mayoría indígenas. Los potentados a que dio lugar vivían con inmenso lujo y boato en América, aprovisionándose regularmente de las exquisiteces de Europa a través del puerto de Arica y del circuito que mineral y productos debían seguir, el que incluía importantes puntos intermedios, también nacidos al alero de este tránsito, como Putre.

El Corregimiento de Arica
El 17 de julio de 1565, luego de la abolición de las encomiendas por la Corona, se constituye el Corregimiento de Arica, recayendo la designación de primer corregidor a Francisco Rodríguez de Almeida. El corregimiento tenía prerrogativas administrativas y políticas sobre Locumba, Tacna, Arica y hasta Tarapacá.

Eclesiásticamente la dependencia estaba dada hacia el Obispado del Cusco, generándose en la época la organización de los indígenas en "pueblos de indios". En 1570 el Rey Felipe II erigió a Arica en Ciudad con Cabildo y envió 40 familias para colonizar la zona. Cuatro años más tarde el Virrey Francisco de Toledo resuelve que el azogue para Potosí se traslade a través de Arica, efectuando el "San Cristóbal" el primer desembarque desde Huancavelica, vía islas Chinchas.
Hasta 1592 los corregidores de Arica eran nombrados por el Virrey del Perú, con el reconocimiento del cabildo de Arequipa. En lo que es una política centralizadora de la Corona, desde ese año las designaciones fueron reservas del Rey, en vistas a su relevancia como puerto de Potosí y los continuos ataques de corsarios y piratas que se sucedieron.

Corsarios y Piratas en Arica
El reconocimiento de Arica como Puerto de Potosí, con la presencia de cargamentos de plata para ultramar, la convirtieron en un punto de interés para los piratas y corsarios que operaron desde fines del siglo 16 y hasta comienzos del siglo 18 en el Pacífico Sudoocidental, constituyéndose también en motivo para las fortificaciones que en los siglos 16 y 17 y hasta el 18 se construyeron o reforzaron.

Así Francis Drake corsario Ingles, llegó a Arica el 6 de febrero de 1579. En los años siguientes se suceden una serie de incursiones, como las de Thomas Cavendish a principios de mayo de 1587, Richard Wawkin en 1594 a bordo de la "Dainty" -que apresó unas naves en las cercanías a la ciudad-; El 26 de octubre de 1681 Bartolomé Sharp llega frente a Arica desembarcando para atacarla. Al encontrar a la guarnición española en armas que les esperaba, desiste y toma rumbo a La Serena.

En el mes de junio de 1600 el holandés Simón de Cordes, regresando de atacar diferentes puntos de Chile, llega hasta el sector de La Yarada, a bordo de la "Fidelidad". Al avistar una nave española, de Leandro de Valencia, con destino a Lima, inicia su persecución, lo que le lleva frente a Arica, al anochecer. Al natural alboroto de los habitantes de la villa, le sucedieron las medidas para impedir cualquier desembarco y proteger a la nave y su cargamento, lo cual se logra.

La flota de Jorg Spilbergen, alemán al servicio de Holanda, es avistada por los vigías del Morro el 10 de julio de 1615 , encontrando a la guarnición en armas para su defensa. Luego de acechar la plaza por 3 días, desiste del ataque y zarpa con rumbo norte.

El 9 de febrero de 1681 el inglés John Watling desembarca en La Lisera con 92 hombres. Al levantar el alba ataca la ciudad, sorprendiendo a la guarnición, la cual reacciona, dirigida por el Maestro de Campo Gaspar de Oviedo, oponiendo feroz resistencia a los invasores, en una lucha casa a casa. Finalmente Watling muere y quienes le sobreviven son capturados y luego ejecutados en Lima.

En febrero de 1721 llegará hasta Arica John Clipperton. Al no aceptarse sus exigencias inició un duro bombardeo a la villa que se prolongó por más de 6 horas, sin lograr debilitar las defensas para desembarcar y obteniendo "pólvora y balas en vez de provisiones", tal cual los ariqueños se lo habían prometido.

Puerto de la Plata y del Azogue
El desarrollo portuario colonial de Arica, se realiza sobre la base del transporte de la plata de Potosí a España y, a los desembarques de azogue. Respecto a este último elemento que presentaba una serie de exigencias para su traslado, es hacia 1612, que se produce el auge de su tránsito a través de Arica, utilizándose el sistema prehispano de mitas, para lo cual, anualmente, se traían alrededor de ochenta a cien mil mulas desde la región central de Chile y desde Tucumán. De este modo el siglo 17 fue de gran prosperidad para la ciudad, pese a que ya su población se veía amagada por las enfermedades infecciosas.

La estructura socioeconómica fue dirigida y monopolizada por el estratos ibérico y luego criollos, junto al crecimiento de la población mestiza. Así se va relegando a las etnias originarias a roles cada vez menos relevantes, las que se repliegan hacia los valles y las tierras interiores.

Se configura San Marcos de Arica
A muy poco de andar como ciudad se construyó en Arica un hospital -que vendría a ser uno de los más antiguos de América- motivado por las enfermedades endémicas que afectaban a sus habitantes. Así en 1577 se levantó el Hospital, que desde 1615 pasó a llamarse de San Juan de Dios.

En 1577 los franciscanos erigieron un convento en el sector de La Chimba. Hacia 1600 se terminó de construir la iglesia mayor de San Marcos, la que fue financiada por Francisco Hernández Nacarino, influyente vecino -para Rómulo Cuneo es el verdadero fundador de Arica- quien fue comisionado en 1584 para establecer en la villa "casa para los Oficiales/Reales y bodegas para el peso y depósito de los azogues de Huancavelica". Este templo sufrió los embates del terremoto y maremoto de 1604, destruyéndose totalmente en el nuevo sismo de 1615.

La iglesia matriz se construyó en entre 1640 y 1644 a expensas del alcalde ordinario de Arica y mayordomo de la construcción del templo, Manuel Rodríguez Almeida, quien usó las naves de su flota para transportar los materiales desde Lima y Guayaquil. Esta, que es descrita como grande y fastuosa, constaba de tres naves y dos torres. Perduró hasta el gran terremoto y maremoto de 1868, luego de soportar la embestida de al menos otros 5 grandes sismos. Desde 1609 se hallaba el Templo de los mercedarios. Existió también -levantado en una fecha no determinada- una "hospedería" en el valle de Azapa para los misioneros jesuitas que entraban a los sectores pre-amazónicos del actual Bolivia.

Desde antes de 1668 datan las referencias del funcionamiento de una escuela pública, a cargo de Melchor de los Reyes, la cual resultó destruida en el terremoto de ese año, por lo cual este preceptor solicita el 6 de noviembre de 1670 un solar para levantar la nueva escuela.
En 1712, cuando la villa es visitada por Amadeo Frèzier, estaba habitada por unas 150 familias, con escasa presencia de blancos. Sus casas eran de caña y barro, reservándose el adobe para las construcciones principales. Entre éstas se hallaban la "parroquia" erigida a San Marcos, el Hospital de San Juan de Dios, el Convento y Templo de la Merced y el Convento y Templo Franciscano, que se había trasladado desde La Chimba. Esta presencia se conserva hasta fines del siglo 18, cuando Arica es un partido de la provincia de Arequipa (1786).

Arica en las Postrimerías de la Colonia
Hacia fines del siglo 18 Arica era uno de los principales puertos del Mar del Sur. Sin embargo en 1776 al establecerse el Virreinato de la Plata, se dispuso que la Audiencia de Charcas, incluida Arica, pasase a formar parte de esa jurisdicción. Esta medida fue revertida en 1784 en que la ciudad pasó a depender de la Intendencia de Arequipa, en el Virreinato del Perú, dando paso a una fase particularmente difícil en que se inicia la separación política del Alto Perú, pero conservando los vínculos económico-comerciales con éste.

En 1778 se decreta el Libre Comercio para las colonias españolas en América, sin que la ciudad remontase de la situación difícil que enfrentaba. En 1782 se suprimen los corregimientos, pasando a ser Arica uno de los 7 partidos que conformaban la intendencia de Tacna. Este partido contaba en 1796 con 18.682 habitantes.El espíritu emancipador que comienza a surgir en las colonias americanas de España, tiene como expresión en el sur peruano al movimiento encabezado por Francisco Antonio de Zela en 1811, el primer grito insurgente en la gesta emancipadora del Perú, y se reafirma con la rebelión dirigida por Paillardelli y Calderón del Barca en 1813; personificándose en José Gómez, el obstinado insurgente, en los repetidos conatos sostenidos en Tacna, Arica y el Callao contra el orden realista.

Arica durante la Guerra de Independencia
Dada su ubicación y situación en el virreinato peruano, Arica fue considerado como un emplazamiento clave para accesar a través del mar, tanto al territorio del Alto como del Bajo Perú. De este modo Thomas Cochrane, en la segunda expedición libertadora, en 1821, decide tomar la plaza, encargando el desembarco al Coronel William Miller -quien acomete hacia Sama y Tacna- y a Estanislao Soler, que desembarca en las playas de caleta Quiani, tomando fácilmente la ciudad e iniciando un saqueo, que debió sofocar el propio Cochrane, que dejó huellas en sus habitantes, tornándolos menos proclives a la causa independentista.

Siempre con un rol portuario y por lo tanto actuando como puerta de entrada y salida para las producciones del Alto Perú, Arica se reconstituye como puerto principal, transformándose, gracias a su posición y situación, en un apetecido eje para las nacientes repúblicas. Es así como se presenta una ardua disputa por su soberanía entre la incipiente República Boliviana (ex Alto Perú) y el Perú.

Los diputados altoperuanos reunidos en Chuquisaca dieron especial relevancia a la discusión del tema portuario, buscando asegurar el acceso más expedito al Pacífico, barajándose la opción de Cobija, ligado entonces al Departamento de Potosí, como puerto mayor de esa república. Una vez conseguido tal propósito las gestiones se dirigieron a conseguir la incorporación de Arica. Este interés se manifiesta fuertemente en el pliego de instrucciones, de fecha 15 de agosto de 1825, que la Legación del Alto Perú efectúa al Libertador Simón Bolívar en que le solicita expresamente "que la línea divisoria de uno y otro Estado se fije de modo que tirándola del Desaguadero a la costa, Arica venga a quedar en el territorio de esta República".

Pese a que se firmó un Tratado de Límites entre las repúblicas peruana y boliviana, con fecha 15 de noviembre de 1826, en que Arica quedaba en manos de esta última nación, la soberanía peruana sobre la ciudad-puerto quedaría sellada cuando el Mariscal Andrés de Santa Cruz, a la sazón Presidente del Consejo de Ministros de Perú, se niega a ratificar el acuerdo, aduciendo como motivo el "no faltar al juramento hecho de mantener a todo trance la integridad de la República".

Periodo 1830-1879
Bolivia estuvo lejos de la renuncia a Arica, ya que no le resultaba suficiente la salida al Pacífico a través de Cobija. Esto fue motivo de constante tensiones en las relaciones peruano-bolivianas. Los momentos más álgidos se viven hacia 1835 cuando se suceden una serie de hechos bélicos que tienden a llevar a la guerra a ambos países que ya se habían confederado. Es precisamente el presidente de la Confederación, Andrés de Santa Cruz, quien declara en 1836 a Arica como el principal puerto franco del Estado Sur-Peruano a fin de incrementar el tráfico de productos desde y hacia Bolivia.

En noviembre de 1841, ya disuelta y derrotada la confederación, sobreviene la declaración de guerra de Perú a Bolivia, en que el ejército del Presidente Agustín Gamarra ocupa parte importante del país altiplánico. Sería derrotado en la Batalla de Ingaví el 18 de diciembre de ese mismo año, por el General José Ballivián, a cargo del ejército boliviano, quien inicia un potente contra-ataque e invade a su vez el sur del Perú, hallándose en febrero de 1842 en las cercanías del Cusco. Con la mediación de un Ministro Plenipotenciario de Chile se inician las conversaciones para llegar a la paz, insistiendo el Presidente Ballivián que Arica debía ser cedido ya que era el "puerto que había sido incesantemente codiciado por Bolivia desde el momento mismo en que se erigió como nación". Fuentes consulares norteamericanas aseguraban que Ballivián aspiraba por lo menos "a conseguir el más irrestricto tránsito entre el puerto de Arica y la República de Bolivia". Según fuentes del Congreso de Perú, Bolivia en los años 1844 a 1846, presidida siempre por Ballivián, mantuvo su intención de invadir las provincias del sur peruano. Las tensiones llevan a una guerra arancelaria, respondiéndose a los gravámenes bolivianos, con nuevos aranceles para los productos que, a través de Arica, se destinaban a Bolivia.

Castilla y situación Interna del Perú
En la conflictiva situación interna peruana, Poconchile es escenario, en diciembre de 1843, del triunfo de las fuerzas dirigidas por Ramón Castilla, tarapaqueño de nacimiento, logrando imponerse a los partidarios del Director General Vivanco. La victoria se consolidaría en el Alto del Carmen en las afueras de Arequipa el 22 de julio de 1844 .

La consolidación de las instituciones republicanas significaron una nueva división administrativa del Perú. El Mariscal Castilla decretó el 25 de junio de 1855, la división de la provincia de Arica, en dos provincias: Tacna y Arica; dos años más tarde por ley del 2 de enero de 1857 se crea el Departamento de Moquegua conformado por las provincias de Moquegua, Arica, Tacna y Tarapacá, designando como capital del Departamento la ciudad de Tacna. El 30 de mayo de 1867 fallece en las cercanías de Tiliviche el Mariscal Castilla. Sus restos, traladados a Arica, quedan sepultados en la Basílica de la ciudad. Por ley del 25 de junio de 1867, se dispuso que se llevaran a Lima, lo cual se concretó el 15 de julio de 1868, efectuándose posteriormente, el día 28, las exequias con los más altos honores.

Relaciones Peruano-bolivianas y Arica
En 1847 Perú y Bolivia firmaron un Tratado de Paz y Comercio en Arequipa, en que se estableció la más amplia libertad de tránsito para Bolivia a través de Arica, en que las mercaderías sin gravámenes se internaban hasta las aduanas de La Paz y Oruro, donde Bolivia aplicaba sus aranceles. Este constituye el octavo tratado a través del cual ambos países pretendían zanjar el tema de la ciudad y su puerto. Se mantendría su vigencia hasta la Guerra del Pacífico y los derechos de tránsito expedito se estipularían después en el Tratado de 1904 entre Chile y Bolivia.

La Segunda Mitad del Siglo XIX
Arica comienza un mayor desarrollo y rol urbano, concatenada con Tacna. A las casas-habitaciones comienzan a sumarse importantes edificios públicos. Por esta época comienzan los trabajos del primer relleno en la zona portuaria, la construcción del muelle y de la explanada. A continuación de la explanada se efectúa un relleno de la playa de dirección norte de unos 200 mts., de largo hasta un muelle de embarque confeccionado de fierro de riel y roble americano. Otra obra relevante es el ferrocarril entre Arica y Tacna . El proyecto estuvo a cargo del ingeniero David W. Evans, adjudicándose el contrato de ejecución de la obra la firma José Hegan & Co. , terminándose el 25 de diciembre de 1856. A la ceremonia de inauguración del 1 de enero de 1857 asistió el Mariscal Ramón Castilla que ejercía su segundo periodo de presidente del Perú.

Grandes Terremotos y Maremotos Históricos
El primer terremoto violento del que hay registro histórico se remonta al año 1600, a causa de la erupción del volcán Huayna Putina en el Departamento de Arequipa, que emitió cenizas que afectaron hasta la misma ciudad de Arica. Muy seguidamente, en 1604, otro violento terremoto seguido de maremoto arrasó completamente las construcciones de la ciudad. Igualmente severos fueron los eventos de los años 1831 y 1832. Como referencia poblacional, la ciudad contaba con 3.252 habitantes hacia 1835 y había descendido a 2.768 habitantes en 1871.

Terremoto y Maremoto de 1868
Alrededor de las 5 de la tarde, del día 13 de agosto de 1868 ocurrió uno de los más violentos terremotos y maremotos registrados, afectando principalmente a la actual costa norte de Chile, y abarcando desde Valparaíso por el sur, hasta Ica, por el norte y, al este hasta La Paz. En este evento sísmico se produce la odisea del "Wateree", que se encontraba en la rada de Arica -a la sazón constituida por unas 25 manzanas-, cuyo capitán deja un notable relato de los acontecimientos.

Durante el maremoto, el mar se volvió loco, enormes olas, de hasta 18 metros, chocaban entre sí, barriendo los enormes cañones situados en la Isla del Alacrán; las locomotoras, vagones y maquinaria pesada del Ferrocarril a Tacna desaparecerían sin dejar rastros. Así el saldo en Arica fue de unas 300 personas muertas y pérdidas económicas por más de 5 y medio millones de pesos.

Reconstrucción de la Ciudad
El Coronel Balta, a su regreso a Lima, encomienda al Ministro de Hacienda Nicolás de Pierola, desarrollar un plan para la reconstrucción de Arica. Este consideró el rediseño urbanístico y la ejecución de importantes obras publicas, tales como el edificio de la Aduana, el edificio de Correos y Telégrafo y la Subprefectura. En infraestructura y equipamiento el plan contemplaba la reconstrucción del muelle, la estación de pasajeros del Ferrocarril Arica-Tacna, el Hospital San Juan de Dios, la Cárcel, el Cuartel de Policía, un Colegio, la Recova y un templo en reemplazo de la destruida iglesia Basílica. Este plan de reconstrucción comenzó a ejecutarse en 1871, adjudicándose el contrato de Construcción la firma "Gustavo Eiffel et Compagnie".

Así en diciembre de ese año se empieza a construir el edificio de La Aduana, con trabajos dirigidos por la Casa Eiffel, para terminarse en 1874. En el caso de la iglesia de San Marcos de Arica, el templo se dirigía originalmente a Ancón, cerca de Lima, siendo redestinado a Arica por el Presidente Balta, que acogió la solicitud de las "señoras de Arica" de reponer el la Iglesia de la Matriz, que había resultado destruido. De estilo gótico, fue construido íntegramente de fierro colado por la firma de Gustavo Eiffel. Su inauguración aconteció un 2 de julio de 1876.

Terremoto y Maremoto de 1877
No mucho tiempo después, el 9 de mayo de 1877 otra fuerte combinación de terremoto con salida de mar volvió a destruir la ciudad, causando efectos en un área similar al terremoto del 68. Comenzó pasadas las 8 de la noche, sobreviniendo el maremoto a la hora después. Esta vez hubo 5 muertos, desplomándose la mayoría de los edificios y perdiéndose bienes económicos por 4 millones de pesos de la época. Los restos del Wateree que en el evento de 1868 habían sido varados a unos 800 metros tierra adentro, fueron devueltos a la playa por la furia marina.

Población de Arica
Según el censo de 1876 la población de Arica estaba conformada por blancos, indios, negros, mestizos y asiáticos. Hacia esta época la participación indígena todavía resultaba importante, mientras que el elemento blanco comenzaba a adquirir importancia y la población negra (especialmente en los valles) no dejaba de ser significativa. En las comunas rurales el elemento indígena era dominante, a excepción de Codpa, donde la población blanca era proporcionalmente alta, sin dejar de ser minoría.

La Guerra del Pacífico
En febrero de 1879, las jóvenes repúblicas sudamericanas del Pacífico; Perú, Bolivia y Chile, iniciaron una guerra larga, cruenta y de alto costo humano y económico.
Entre las causas de este conflicto se encuentran:· Las políticas emprendidas por los gobiernos de Chile y Bolivia sobre territorios del desierto de Atacama, entonces bajo soberanía de ese último país.· El expansionismo chileno, sustentado sobre una estructuralidad social tempranamente consolidadas, respecto a las de Perú y Bolivia.· Los intereses económicos existentes en el desierto de Atacama, como el salitre, el guano, el cobre y la plata.· La acción del capitalismo inglés, para dominar económicamente la industria del salitre. · El pacto secreto de 1873 entre Bolivia y Perú de defensa mutua, que condiciona el ingreso de este último al conflicto.

De acuerdo a los diferentes teatros del conflicto, el tratamiento de esta se ha dividido en Campañas: Campaña Naval, Campaña de Tarapacá, Campaña de Tacna y Arica, Campaña de Lima y Campaña de Las Sierras.En la síntesis histórica presente, se referencian los episodios vinculados al territorio del entonces Departamento de Arica y, por extensión y vinculaciones a Tacna. Las acciones de esta Campaña se desarrollan en un vasto escenario que abarcaba los límites de los ríos Ilo y Moquegua por el norte y los ríos Azapa y Azufre por el sur. Los peruanos controlaban el territorio a través del Primer y el Segundo Ejército del Sur, dividido entre Arica y Arequipa, mientras que los bolivianos guarnecían el departamento de Tacna.

Arica al Inicio del Conflicto
En abril de 1879, a poco de iniciado el conflicto, el presidente del Perú, general Mariano I. Prado, había decidido por razones estratégicas convertir a Arica, a la fecha próspera ciudad sur-peruana de 3 mil habitantes, en el segundo puerto artillado de importancia ese país. Se constituyó así en el cuartel general del presidente peruano. Los trabajos defensivos fueron encomendados a dos militares y a un civil, el ingeniero Teodoro Elmore, grupo que trabajó con dedicación, pero sin alcanzar los resultados esperados.

Después de la batalla de Tarapacá, el Estado Mayor General y el Primer Ejército del Sur permanecieron cerca de cuatro meses en Arica, hasta los primeros días de abril en que el alto mando, enterado de los planes chilenos, les ordenó marchar al norte para unirse con las fuerzas bolivianas en Tacna. Las fuerzas chilenas ocupaban Moquegua, así como el estratégico paso de Los Angeles, posición situada entre Moquegua y Tarata.

Asalto y Toma del Morro de Arica
Después de la victoria en la batalla del Campo de la Alianza, en Tacna, el 26 de mayo de 1880, el mando chileno tomó la decisión de capturar la plaza fortificada de Arica, con la finalidad de asegurar la línea de abastecimiento para la campaña de Lima, y no dejar a sus espaldas una posición tan riesgosa. Arica se hacía imprescindible, además, para adelantar al norte la base de operaciones de Pisagua, rompiendo el enlace entre las fuerzas aliadas y asegurar un acceso expedito al mar. Fue así como las fuerzas chilenas empezaron a tomar posiciones en las cercanías de la ciudad en los últimos días de mayo.

A su turno, el coronel Francisco Bolognesi, Comandante de la Plaza de Arica, consideró como intención del mando peruano el librar allí la batalla decisiva, por lo que resolvió defender la Plaza hasta el último cartucho. A efecto de frenar el previsible avance chileno, Bolognesi ordenó al ingeniero Teodoro Elmore que destruyera el puente Molle, cerca a Tacna, y que hiciera lo propio con el puente de Chacalluta, los terraplenes cercanos a la estación de Hospicio y la línea férrea que comunicaba con Tacna. Bolognesi disponía de 1.819 hombres y la tripulación del blindado, clase Canonicus, "Manco Capac", pero dominaba una posición difícil de abatir y con un sistema defensivo constituido en unos 10,000 m2, donde se había construido cuarteles e instalado 9 cañones, conocidos como las Baterías del Morro, para defender el avance naval.

Defensas de Arica
Para proteger la rada se habían instalado tres baterías rasantes en el flanco norte, considerado el más bajo de la plaza, albergados en los fuertes Santa Rosa, San José y Dos de Mayo. El sector Este de Arica, ubicado en la parte alta y escarpada del Morro contaba con un total de 7 baterías y era defendido por 2 fortines, llamados Este y Ciudadela. El último era un reducto cuadrado, fosado por los lados y con muros de sacos de arena. Su defensa estaba constituida por 3 cañones -dos Parrot de 100 mm y un Voruz de 70 mm- y un conjunto de casamatas con mechas de tiempo e hilos eléctricos.

El fortín Este se ubicaba a 800 metros al sureste del Ciudadela. Similar al anterior, estaba dotado de cuatro cañones Voruz, que según la orientación podían disparar, bien hacia el mar o hacia el valle del Azapa. Detrás del fuerte Este se levantaban un total de 18 reductos y trincheras unidas entre sí. Finalmente se hallaba Cerro Gordo, y tras él, la ciudad de Arica. En total la plaza estaba protegida por 19 cañones de tierra y, adicionalmente, con 2 potentes cañones Dahlgren de 15 pulgadas, pertenecientes al "Manco Capac", inmovilizado hacía más de un año en la rada. Además de las baterías, la cuantiosa cantidad de dinamita y el sistema eléctrico de minas, eran considerados los principales medios para contener un asalto.

Avance Chileno
El 28 de mayo el general Manuel Baquedano, ordenó una avanzada de reconocimiento de caballería sobre Arica, compuesta por 50 Carabineros de Yungay al mando del capitán Juan de Dios Dinator, la cual llegó hasta la estación de Hospicio y la ocupó. Asimismo, dispuso que los oficiales del batallón de ingenieros militares tomaran posesión de la estación del ferrocarril y avanzaran hacia los puentes del Molle y de Chacalluta. Ambos puentes y los terraplenes del ferrocarril fueron reparados por los pontoneros chilenos.

El 2 de junio, en coordinación con el ministro de guerra en campaña, el general Baquedano ordenó movilizar las tropas de reserva que no combatieron en el Alto de la Alianza más algunos cuerpos de elite y marchar hacia Arica para capturarla. Aquella fuerza estaba compuesta por los regimientos Buin, Tercero de Línea, Cuarto de Línea, Lautaro, el batallón Bulnes, una brigada de artillería de campaña, una batería de montaña, dos escuadrones del regimiento Carabineros de Yungay, el regimiento de Cazadores a Caballo, un escuadrón del Granaderos a Caballo y un escuadrón del Cazadores del Desierto, un aproximado de 6 mil hombres. Parte de estos regimientos se hallaban integrados por ex obreros salitreros expulsados de Tarapacá, conocedores del terreno y con reconocida resistencia física a las condiciones del desierto.

Es en ese contexto que el alto mando chileno intima a Bolognesi a la rendición, tras cuya negativa se inician las acciones ofensivas con el bombardeo del Morro y los fuertes adyacentes, encargado a los navíos Cochrane, Magallanes, Covadonga y Loa, el que se prolongó durante los días 5 y 6 de junio, y que fue relativamente infructuoso para debilitar las defensas peruanas.

El Plan de Batalla
El coronel Pedro Lagos Marchant, designado como Comandante de las fuerzas de asalto, dispuso un movimiento distractivo que buscaba inducir en el mando peruano la creencia que el ataque principal se desencadenaría por el norte, logrando con ello que éste debilitara el frente sur. En la madrugada del 7 de junio, el coronel Lagos ordenó el ataque en un movimiento de tres direcciones.

Asalto y Victoria
Los primeros disparos se cruzaron alrededor de las seis de la madrugada y, tras una embestida arrolladora, que causó elevado número de bajas en ambos bandos, los fuertes Este y Ciudadela cayeron en poder de las fuerzas atacantes, los regimientos 4º y 3º de Línea, respectivamente, cuyos efectivos combatieron con singular bravura. La captura de estas posiciones tomó menos de una hora.

Aunque el plan inicial preveía la concentración de fuerzas con el Regimiento Buin, los soldados de los regimientos 3º y 4º de Línea emprendieron el asalto al bastión más poderoso y mejor defendido de las fuerzas peruanas, denominado Cerro Gordo, en la cima del Morro.
La historia registra episodios de valor y heroísmo entre atacantes y defensores, al cabo de los cuales la bandera chilena flameaba en el tope del Morro. La ruta hacia Lima quedaba despejada. Las elevadas pérdidas de ambos bandos reflejaban la intensidad de la batalla.

El general Baquedano y el coronel Velásquez observaban la batalla, y seguidos por Manuel Bulnes y carabineros de Yungay tomaron la plaza de Arica a las 8:30 horas.

Ocupación Chilena de Arica
Luego del Asalto y Toma del Morro de Arica, la ciudad pasa a ser ocupada militar y administrativamente por Chile junto con Tacna. Es al final de este conflicto bélico, luego del Tratado de Ancón, en 1883, que vuelve una relativa paz entre ambos países, porque quedaría un importantísimo aspecto a resolver, que involucraba a las ciudades de Arica y Tacna, con numerosos pueblos y caseríos dispersos en un amplio territorio donde, además de peruanos y chilenos habitaban por siglos las etnias aymara y quechua.

El Tratado de Ancón
Este Tratado, firmado el 20 de octubre de 1883, es de gran relevancia para Arica y Tacna, ciudades que habían desarrollado una complementariedad entre sí, ya que en su artículo tercero otorgaba a Chile los territorios comprendidos entre el río Sama y la quebrada de Camarones, por un período de 10 años a partir de la ratificación del tratado, después de lo cual a través de un plebiscito se definiría la soberanía y administración de esos territorios. Perú exigió la devolución de la provincia de Tacna, que incluía Arica, al cumplirse el plazo establecido. Chile se negaría a hacerlo mientras no se realizase el plebiscito. Así ambos Estados dilatarían la realización de la consulta, para lo cual, dispondrían además de intervenciones socioculturales y políticas tendientes a obtener la votación mayoritaria al momento de su realización.